Su resistencia y las propiedades nutritivas de la leche abren nuevos horizontes para la selección y mejora genética.

La primera granja para la producción láctea en un país europeo se podrá en marcha en breve en Fuerteventura.

La capacidad para soportar una aridez extrema, especialmente en tiempos de cambio climático, y las propiedades nutritivas de su leche, con más vitaminas y menos grasa que la de vaca, podrían dar a los camellos una segunda juventud. En la isla de Fuerteventura, donde se concentra la mayor población canaria de camélidos, han visto la oportunidad y está previsto que en breve se cree la primera explotación dedicada a la producción y la exportación de leche. «Nunca podremos competir en cantidad con las vacas lecheras, eso está claro, pero aportamos un valor añadido. Nuestra leche es un alimento funcional», afirma Elena Díaz, veterinaria del proyecto de investigación en el zoo Oasis Park, en el municipio de La Lajita.
La leche de camella es la única, junto a la leche de mujer y la de rata, que no tiene beta-lactoglobulina, una proteína que produce alergias, pone como ejemplo Díaz. Tiene también un mayor porcentaje de sales, calcio, vitamina C y otros dos interesantes compuestos: la proteína lactoferrina y la enzima lisozima.

 «Sin haber puesto en marcha la granja, a nosotros ya nos contacta gente pidiendo leche», prosigue la veterinaria. «Hay aplicaciones muy interesantes y una demanda real en el mercado debido a sus propiedades terapéuticas», añade Gerardo Caja, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), también implicado en proyecto y en el análisis de su viabilidad. En los estudios participan asimismo las universidades de Las Palmas y Rey Saúd de Arabia Saudí.

«Cuando pruebas la leche por primera vez piensas que será como la de cabra, con un sabor muy intenso, pero la de camella sabe más bien a desnatada de vaca. Tiene además un puntito de sal», comenta Díaz, que se define como «granjera» y habla de sus animales con evidente cariño. La sal es debida a una alimentación basada en plantas desérticas con un alto contenido en sal, añade la veterinaria de Oasis Park. La población de dromedarios en el zoo majorero, con cerca de 400 ejemplares, esencialmente hembras, es la mayor en un país europeo.

 Actualmente, los camellos están ligados sobre todo a economías de subsistencia -como aporte de carne y leche y como medio de transporte en numerosos países del norte de África, Oriente Próximo y Asia central-, aunque también son muy apreciados como animales de carreras en las ricas monarquías del Golfo. Debido a su importancia económica, la FAO, la organización de la ONU para la alimentación, ha declarado este 2018 como Año Mundial de los Camélidos, una familia de mamíferos que incluye las tres especies reconocidas del Viejo Mundo (dromedario, camello bactriano y camello salvaje) y sus lejanos parientes de América (llama, alpaca, vicuña y guanaco), ninguno de los cuales tiene joroba.

Los camellos canarios -más específicamente, dromedarios- son una raza surgida del aislamiento en que han vivido durante los últimos seis siglos. Los trajeron los europeos a partir de 1405 con las primeras expediciones a las islas, procedentes del noroeste de África, y se consolidaron como animal de carga y para agricultura en Lanzarote y Fuerteventura, las dos islas más orientales. Las camellas canarias pesan unos 400 kilos, lejos de los 800 que puede alcanzar la misma especie en Oriente Próximo, y son de menor talla. «Los seleccionaron así porque interesaban para las labores del campo», díce Díaz.

Diversidad genética

En el mundo hay unos 20 millones de dromedarios, pero los poco más de mil ejemplares de Canarias «van justitos» en variabilidad genética y en supervivencia como población, asume Caja, especialista en producción animal. «Con estos incentivos contribuimos a evitar su extinción», dice Díaz. La producción de leche de vaca a nivel mundial ronda las 665 millones de toneladas anaules, mientras que la de camella se limita a 2,91 millones, el 0,39%.

Medio litro puede llegar a costar 11 euros en los comercios occidentales. «En cualquier caso, con una granja de camellos no te haces rico ni vendiéndola a ese precio», afirma Díaz, que se doctoró en la UAB con una tesis sobre las posibilidades de producción de la raza canaria. Pero sí puede ser un complemento. Una de las dificultades es el manejo: es un animal poco delicado pero al mismo tiempo poco dócil. «Para que una hembra se deje ordeñar es necesario que tenga al lado a una de sus crías -pone como ejemplo-. Además, de una patada te puede enviar lejos».

«Los camellos resisten con una alimentación muy básica», concluye la veterinaria de Oasis Park. Además, tienen «un montón de adaptaciones fisiológicas que les permiten sobrevivir sin agua en ambientes áridos que ningún otro animal podría soportar». El camello fue domesticado hace unos 5.000 años, mucho más tarde que otros animales, «por lo que no ha tenido una presión de selección tan intensa, no ha sido sometido a tantos cruces», dice Díaz. De ello podría deducirse que las posibilidades de mejora genética con fines productivos son todavía notables.

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