BRUSELAS| 27/07/2017 – 20:36
Junto con España, Italia, con 2.064 toneladas consumidas en total, Alemania con 1.593 y Francia con 1.479 se situaron como los mayores con mayor consumo, según recoge el informe, que cifra en 12.667 las toneladas consumidas en el conjunto de la UE.
En el polo opuesto, los países con el menor consumo global de antibióticos son Luxemburgo (apenas 7 toneladas), seguidos de Eslovaquia y Estonia (16 toneladas en cada caso) y Letonia (17).
España es el país con el mayor consumo de antimicrobianos en el sector ganadero en el conjunto de la UE, con 2.964 toneladas, seguido de Italia (1.432) y Alemania (1.306), mientras que en el caso del consumo humano España cae al cuerpo puesto con 377 toneladas consumidas en 2014, por detrás de Francia (717 toneladas), Italia (634) y Reino Unido (518).
El informe refleja que en la gran mayoría de los países el consumo es mayor o mucho mayor en el sector ganadores que el humano.
En términos generales, las penicilinas, macrolidos y las fluoroquinolonas son los tipos de antimicrobianos más consumidos en la medicina humana, aunque las penicilinas también se de las más consumidas en medicina veterinaria, junto con las tetraciclinas y los sulfonamidas.
También destaca el consumo de la polimixina en el sector veterinario, aunque su uso también está aumentando en hospitales para tratar infecciones resistentes a múltiples drogas, así como las cefalospirinas y las quinolonas de tercera y cuarta generación en personas.
El informe pone de relieve la asociación entre la resistencia a las quinolonas para tratar la salmonela o la campilobacteriosis en humanos con el uso de antibióticos en animales, mientras que el uso de las cefalospirinas de tercera y cuarta generación para tratar las infecciones provocadas por el E.coli y otras bacterias en humanos está asociado con la resistencia a estos antibióticos al E.coli en humanos.
Las conclusiones del informe sobre la relación entre el consumo de antibióticos y la resistencia antimicrobiana tanto en humanos como animales están en línea con el primero, que publicaron en 2015, aunque los expertos de las tres agencias recomiendan seguir investigando a fin de lograr un mejor entendimiento sobre cómo afectan el uso al otro.
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