El sector avícola se enfrenta a inversiones millonarias para sacar a los animales de las jaulas, como pide la distribución.

Hay 44 millones de gallinas ponederas en España. El 93% de ellas viven y ponen huevos en cubículos con rejillas en las que cada animal tiene una superficie individual mínima de 750 centímetros cuadrados. Pero la demanda de los consumidores, sobre todo en el norte de Europa, ha llevado a las grandes distribuidoras a poner una fecha límite a este sistema. Y esto supone un desafío para las 1.200 explotaciones avícolas españolas, cuya producción ronda los mil millones de docenas al año. Algunas de ellas ya se han puesto en marcha.

Para los españoles, más que el sistema de producción, lo que se valora a la hora de comprar un huevo es la frescura, el tamaño y el precio. Es lo que determinaba una encuesta realizada por el sector en 2016, el Huevómetro. Tampoco hay consenso entre los expertos sobre si existe una diferencia en calidad del huevo nacido de una gallina en jaula y otra en libertad. Desde la Asociación de Productores de Huevos (Aseprhu) señalan no tener datos ciertos sobre ese potencial plus de calidad. Tampoco en el Partido Animalista contra el Maltrato Animal (PACMA), uno de los grandes defensores de la reforma. Pilar Riobo, médico nutricionista y endocrino de la Fundación Jiménez Díaz, apunta en la misma dirección.

Pero el comercio exterior —­España exporta el 12% de su producción— y las propias tendencias del mercado eran muy claras: sea por razones éticas o de una supuesta mejor calidad, los consumidores están dispuestos a pagar un poco más por un producto si tienen la certeza de que el animal ha sido criado pensando en su bienestar. Esta especie de mandato de la sociedad dio lugar en 2012 a la puesta en marcha por parte de las autoridades de la Unión Europea de nuevas disposiciones más rigurosas sobre la cría y explotación de los animales, fundamentalmente en materia de alojamientos.

En el caso de la avicultura de puesta, el sector mantuvo el sistema de jaulas pero mayores —­con 13 gallinas por metro cuadrado frente a las 18 del sistema antiguo— y otras exigencias como un espacio con tierra para escarbar. El sector valoró estos cambios en unos 600 millones de euros.

Sin embargo, la industria alimentaria y la gran distribución están buscando adelantarse a las demandas de los consumidores y van más allá. Los últimos meses han sido escenario de un goteo permanente de compromisos de dejar de comprar a productores que mantengan sus animales en jaulas. Nestlé proclamó su intención de pasar a adquirir únicamente huevos criados por gallinas en libertad a partir de 2020 (en Europa y EE UU), Carrefour y Mercadona lo retrasaban a 2025, mientras que El Corte Inglés anunció su fin total para el año 2030.

Golpe de efecto

Pero la alemana Lidl se adelantaba por la mano decidiendo su eliminación desde este mismo mes de enero. «No ha sido un golpe de efecto frente a los demás grupos de la distribución», señalaban en la empresa, «sino algo en lo que ya venimos trabajando desde hace varios años». Para lograr ese objetivo, el grupo alemán cuenta con el suministro de dos proveedores, las granjas San Miguel en Zaragoza y García Puente en Valladolid, pasando de las jaulas al suelo del gallinero.

Y tras la gran distribución, los productores no quieren perder comba. El líder en el sector, la valenciana Huevos Guillén, es proveedor de Mercadona y de sus seis millones de gallinas salen 153 millones de docenas de huevos anualmente. La empresa ha previsto la inversión de unos 60 millones de euros en los próximos años para adaptar sus instalaciones en Valencia, León y Toledo a la producción de huevos fuera de las jaulas.

Algunos ya se habían adelantado a los acontecimientos, como la cooperativa orensana Coren. En 2012, con motivo del cambio de normativa sobre el bienestar animal, la firma optó por la transformación de todas sus granjas intensivas, eliminando la producción tanto en jaulas como en el suelo de los gallineros. La compañía apostó solamente por gallinas camperas criadas al aire libre. Eso supuso una inversión de 22 millones de euros, de los que 15 millones fueron para instalaciones y 7 más para la compra de terrenos donde cada animal dispone de cuatro metros cuadrados.

En Coren entienden que el huevo producido en ese contexto es diferente y tiene otra textura porque la gallina hace más ejercicio y come más. En el último año, la cooperativa dio otro paso para la producción de huevos ecológicos. Ello se tradujo en una reducción de la producción a unos seis millones de docenas al año, que se comercializan en El Corte Inglés y en cadenas de distribución gallegas. El coste de la producción también se incrementó un 30%.

Fuera de las jaulas, las gallinas ponederas van a mejorar su bienestar. La pregunta ahora es quién lo va a pagar, porque aunque las múltiples opciones que deben elegir los productores hacen difícil estimar el coste del proceso, el consenso del sector es que no será barato. La opción más económica sería la explotación en libertad en el suelo del gallinero actual o con nuevas instalaciones para mantener la producción. Si se apuesta por gallinas en el campo, las nuevas instalaciones necesitan la compra de terrenos y vallados; aparte, más actividad requiere más alimentación. Como de costumbre, la última palabra la tendrán los grandes distribuidores.

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