Las patronales defienden que los consumidores puedan elegir entre cuatro modelos de cría, pero la distribución impone sus normas para eliminar jaulas.

En Lidl dicen que su “apuesta por la producción sostenible”, traducida en la decisión de eliminar los huevos puestos por enjauladas y ofrecer sólo huevos procedentes de gallinas criadas en suelo, camperas o ecológicas, “está teniendo una muy buena acogida” con un incremento de las ventas del que, sin embargo, no proporcionan datos. Tras esa cadena, las demás distribuidoras han ido anunciando la reducción paulatina o la eliminación total de este producto de sus lineales, desde Mercadona a El Corte Inglés, Auchan o Eroski.

En el fondo todo se reduce a una cuestión de dinero. El sector, que factura 1.000 millones en huevos y otros 300 en huevos fértiles para gallinas de puesta y producción de pollos, defiende que ya ha pasado por una costosa adaptación en 2012, cuando cambió la normativa y se introdujeron jaulas consideradas más eficientes donde, en palabras de Mar Fernández, directora de Aseprhu, la Asociación Española de Productores de Huevos “la gallina no se mueve tanto en una jaula, pero tiene menos enfermedades, sufre menos estrés y riesgos sanitarios. La jaula tiene una lima de uñas, zona de escarbar, una percha para que suban, una zona más o menos íntima para poner el huevo. Empezar de cero en un sistema más caro nos puede costar otros 800 millones. Para un sector que factura 1.000 millones al año… ¿cómo asumimos esa inversión con los márgenes actuales?” Porque la realidad es que la producción campera sólo es del 5% en España, y en gallinas en suelo, del 6%. El producto ecológico representa un magro 1%. Y aunque aumenta el gusto por este tipo de cría, la realidad es que, aunque de forma más moderada, la demanda de huevos de jaula también ha aumentado.

Para Medín de Vega, el presidente de Inprovo, la interprofesional del huevo, hay un problema de base: “La forma en la que se producen los huevos está amparada por un debate legislativo enorme que hemos generado como sociedad y que cuenta con informes científicos y técnicos del bienestar de las gallinas. Y aquí se obvia que todos los sistemas de producción cumplen con las normas de bienestar animal”.

Lidl, Mercadona, El Corte Inglés o Eroski han iniciado la guerra que afecta a la industria

Y como ocurre con la carne de ave, el huevo es un producto reclamo, siempre sujeto a oferta en el supermercado y sin una marca clara de calidad.

Aunque a los empresarios no les ha ido del todo mal. El año pasado España se salvó de la crisis del fipronil, un insecticida que contaminó huevos en 19 países europeos. Por este motivo las ventas se dispararon un 48%. Además, el consumo en el país aumentó de 16 a 17 kilos per cápita, en especial gracias al canal horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías). Los precios medios en el mercado a granel crecieron un 33%, pero en las tiendas apenas se notó —la distribución mantuvo la docena de la clase A por debajo de 1,5 euros—.

“Casi todas las granjas en nuestro sector son familiares, no como en la industria de carne. Hay cientos de productores y diez compradores en frente, la gran distribución. Tenemos un problema por falta de capacidad de negociación. Lo deciden con el huevo, la leche, el pan… la negociación no es nada fácil”.

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