El ácaro rojo de las aves (Dermanyssus gallinae) sigue siendo la principal plaga en las explotaciones avícolas sobre todo en las de avicultura de puesta a pesar de todos los esfuerzos que se hacen para combatirlos.

La prevalencia incluso ha aumentado en los últimos años no solo en España si no a nivel de toda Europa. En el momento actual se calcula que el 83 % de las granjas europeas están parasitadas, afectando a todo tipo de explotación no solo las de puesta, y se espera que siga aumentando en los próximos años.

Son varias las causas que confluyen para favorecer esta expansión, la principal de ellas es sin lugar a dudas la modernización de los sistemas de producción y las instalaciones para desarrollar las nuevas normativas en cuanto al bienestar animal, especialmente en las granjas de producción de huevos.

Los actuales tipos de jaulas favorecen la existencia de zonas de difícil acceso para el control directo de los ácaros parásitos, aumentando los puntos donde pueden acumularse los ácaros favoreciendo su proliferación, aumentando su supervivencia cuando se realizan tratamientos o simplemente la limpieza, y además de forma prolongada.

Otro tema importante que favorece esta proliferación es la limitación en el uso de substancias acaricidas fundamentalmente en presencia de los animales. La legislación, sobre todo la europea, es muy restrictiva por razones de seguridad alimentaria en cuanto al uso de productos de actividad acaricida por la facilidad con que estos pueden ser ingeridos por las aves y pasar a los huevos. Sobre todo pensando en que los ciclos de producción son largos y su uso periódico favorecen esta contaminación.

Además la dificultad de acceso de estos productos a los lugares donde se localizan los ácaros incluso cuando se utilizan en el vacío sanitario hace que su eficacia sea limitada favoreciendo la aparición de resistencias a estos productos que hacen que algunos de ellos vayan perdiendo la eficacia inicial.

Recientemente se ha comprobado también como el cambio climático está favoreciendo esta plaga, pues en algunos tipos de explotaciones sobre todo en las zonas más frías la temperatura del interior de las granjas se ha incrementado favoreciendo su supervivencia y aumentando su periodo de actividad ya que son animales de sangre fría.

Se ha demostrado también su efecto sinérgico con el incremento de las temperaturas relacionándolos con la muerte de gallinas en olas de calor. Por otra parte, como ocurre en muchas otras plagas, el incremento de las actividades comerciales puede estar favoreciendo su diseminación por el transporte de mercancías contaminadas.

El Dermanyssus gallinae es un parásito importante no solo para las aves sino también para las personas que trabajan en las explotaciones avícolas o tienen algún tipo de relación con ellas, provocando importantes lesiones dermatológicas. En el momento actual y bajo el concepto One health se contempla como una las enfermedades ocupacionales por las molestias producidas por sus picaduras que provoca perdida de calidad en el trabajo que realizan y en muchas personas reacciones alérgicas importantes. Se han relacionado también con la transmisión de patógenos de importancia zoonótica como Salmonella.

A nivel de la Producción animal, la importancia económica de estos ácaros hematófagos es un factor cada vez mejor evaluado. Se calcula que en las explotaciones afectadas por este parásito la pérdidas que producen es del orden de 0,60€ por gallina y año, contando tanto los costes de producción como los costes de tratamientos.

A esto conviene añadir o al menos tener en cuenta la capacidad de actuar de reservorios de enfermedades importantes como la enfermedad de Newcastle, Influenza A, Escherichia coli, Salmonella enteritidis, Pasteurella multocida, etc. pudiendo mantenerlas dentro de las granjas incluso durante los periodos de vacío sanitario entre entradas si no somos capaces de llegar a controlarlos.

Tradicionalmente se han empleado insecticidas aplicados sobre las instalaciones o incluso sobre las aves (carbamatos, organofosforados, piretroides).

En el momento actual la mayoría de estos productos están prohibidos para su uso por la facilidad que tienen de pasar al huevo. Algunos de ellos pueden aplicarse sobre las instalaciones en periodo de descanso sin animales pero la presencia de aves restringe su uso. La dificultad en el uso de acaricidas químicos ha favorecido la utilización de otros tipos de métodos de lucha.

Por ejemplo el control biológico con el empleo de hongos entomopatógenos, (por ejemplo Beauveria bessiana), incluso ácaros predadores de Dermanyssus, pero no han tenido la eficacia esperada. Se han empleado también métodos físicos como el uso de polvos inertes como el espolvoreo con tierra de diatomeas u otros compuestos artificiales a base de sílice.

Tampoco parece un remedio adecuado por las dificultades de aplicación y los resultados adversos. Más prometedor es la aparición de nuevos productos de efecto acaricida. Entre los biopesticidas tenemos el Spinosad, que es resultante de la fermentación de un microorganismo, Saccharospolyspora spinosa. Otros acaricidas interesantes por su baja o incluso nula toxicidad frente a los vertebrados son los derivados del árbol del Neem o Nim (Azadirachta indica).

Las mezclas de aceites esenciales diversos en el pienso también están siendo utilizados por su aparente efecto incluso repelente.

Como nuevos acaricidas químicos tenemos los compuestos derivados de los neonicotenoides y también compuestos derivados de las Isoxazolinas que administradas por vía oral son altamente efectivos frente a una amplia gama de ectoparásitos incluidos los ácaros, por lo que son productos que van a tener una aplicación inminente en avicultura.

Una línea de investigación muy prometedora son las vacunas, pero hasta el momento no han obtenido los resultados esperados. En estos momentos no existe un único tratamiento que sea suficiente. Es necesario un plan de lucha integrando diferentes métodos físicos y químicos, incluso de manejo para reducir a niveles económicamente rentables las poblaciones de estos parásitos.

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